Amo los gestos imprecisos,
un hombre que tropieza, aquel
que hace chocar el vaso,
ese que no recuerda,
el distraído, el centinela
que no es capaz de detener el breve
palpitar de los párpados,
me son queridos porque veo en ellos
el temblor,
el tintineo familiar
del mecanismo roto.
Calla el objeto, intacto,
sin voz sólo le queda el movimiento.
Aquí, en cambio, ha fallado el artefacto,
el papel de las partes: se separa
una pieza, se anuncia.
Adentro,
algo baila.
Valerio Magrelli