lunes, 28 de julio de 2025

Les Gratitudes

 "Cuando sea vieja me tumbaré en la cama o me arrellanaré en un sofá y escucharé la música que ahora escucho…  Cerraré los ojos para recobrar la sensación de mi cuerpo en pleno baile. Mi cuerpo desatado, ligero, dócil, mi cuerpo en medio de otros cuerpos, mi cuerpo liberado de miradas ajenas … Cuando sea vieja pasaré horas así, atenta a cada sonido, a cada nota, a cada impulso. Sí, cerraré los ojos y me proyectaré mentalmente en la danza, en el trance, recuperaré uno a uno los movimientos, los quiebros, y mi cuerpo se ajustará de nuevo al ritmo, al compás, a la pulsación.

Eso es lo que me quedará cuando sea vieja, si llego a serlo algún día. El recuerdo de la danza, los bajos latiéndome en el estómago y el movimiento sinuoso de mis caderas."

Delphine de Vigan


viernes, 18 de julio de 2025

La flor

Creo que cultivo tensiones

como flores
en un bosque al que
nadie va.

Cada herida es perfecta,
se cierra en un diminuto
imperceptible brote,
que causa dolor.

El dolor es como una flor, como aquélla,
como ésta,
como aquélla,
como ésta.

Robert Creeley

jueves, 3 de julio de 2025

 

Son tan hermosos los atardeceres aquí que hacen que me avergüence de mis penas



La oración, en el campo, es un momento.  Ese de transición entre la luz y la oscuridad.  Cuando el cielo invita a la mirada y se la disputa con el adentro que reposa

Como sea,  la hora sagrada.



"...Cuando la oración les enciende 

Los ojos a las lechuzas..."


miércoles, 2 de julio de 2025

Los columpios


Los columpios no son noticia,

son simples como un hueso

o como un horizonte,

funcionan con un cuerpo

y su manutención estriba

en una mano de pintura

cada tanto,

cada generación los pinta

de un color distinto

(para realzar su infancia)

pero los deja como son,

no se investigan nuevas formas

de columpios,

no hay competencias de columpios,

no se dan clases de columpio,

nadie se roba los columpios,

la radio no transmite rechinidos

de columpios,

cada generación los pinta

de un color distinto

para acordarse de ellos,

ellos que inician a los niños

en los paréntesis,

en la melancolía,

en la inutilidad de los esfuerzos

para ser distintos,

donde los niños queman

sus reservas de imposible,

sus últimas metamorfosis,

hasta que un día, sin una gota

de humedad, se bajan

del columpio

hacia sí mismos,

hacia su nombre propio

y verdadero, hacia

su muerte todavía lejana.


Fabio Morábito