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Imágenes Imaginadas

Para mirar Un espacio para contar brutalidad, salvajismo, lo suave o lo sabio. El amor, lo humano, la vida Poemas, escritos libres, prosas, cuentos. Propios y ajenos

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sábado, 29 de marzo de 2025

Época de Granadas


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Viene el día echando a la noche con su trajín y su bullicio, encandilando ojos cansados, él no tiene idea, solo supone que algo pasó/ Pero ya no suena música/ Ya no hay aromas, ni tersura/ Ya no hay tibieza, ni alguien/ Ahora entra el servicio de limpieza con enormes bolsas negras, hablando fuerte entre ellos de coca, mortadela y pan francés/ Hacen su trabajo/ Recogen del piso pedacitos de todo/ En silencio apático -Barre, recolecta, tira.

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mi sangre no coagula

Mi sangre no coagula rápido, se cierra con dificultad lo que se cierra en mí, no me repongo por completo de ninguna herida, cada lastimadura...

Fotografías

En alguna oportunidad he sostenido un pájaro por algunos instantes y he podido sentir su tibieza, el latido frenético de su corazón, su aparente fragilidad, su temblor, su impulso. Este debe tener nueve, diez centímetros, no sé. Pesará veinte gramos ? Quince? Jilguerito. Caminamos con Mariano por la avenida del pueblo, y nos charla desde la punta de un poste de luz, en la vereda del frente, atravesando el aire, ganándole a los motores, bocinas, voces de peatones… con gran facilidad. Será que nos mantendremos a puro milagro.
Me imagino que si fuera pájaro, y lloviese, me refugiaría en una rama de las de abajo, de las primeras y más gruesas de la copa. Buscaría un lugar que esté cerca del tronco. Tiene sentido porque el follaje es más denso. Además, cuando llueve no los veo, deben estar ahí…
Hablando de la luz ... El profesor decía que la luz que emite la quema de carbón es en realidad luz del sol. La cuestión es que la luz dura para siempre. Mil millones de años dentro de un pedazo de carbón. Pero la oscuridad, decía, no dura siquiera un segundo cuando enciendes la luz.-
Bajé entre piedras grandes que obligaban buscar donde pisar, entre ramas con espinas que arañaban las piernas, por un sendero apenas marcado. Olor a guano. Se escucha el murmullo del río y algunas voces charlando. Sigo bajando. Ahora las piedras son más grandes y resbaladizas. Hay sombra de este lado. Ya arribó el aroma de las algas y a los pechones se abre paso un perfume, como de flor color fucsia o lila, atrevido y persistente. Se me hace como una carcajada liviana, cristalina, ingenua. Se me hace como un clarín sonando allí, al medio del grupo de mujeres. Algunas estaban sentadas en el agua, otras sólo mojaban sus pantorrillas y algunas hablaban desde la orilla. Pude identificar de quién era, de dónde emanaba. Sí. Hacen juego su cara con su aroma y su risa.
Nueve y media pasadas antes del meridiano. Panza arriba, en el pasto que todavía pincha porque no llegaron las lluvias generosas. En mi coronilla el sol suave, amable. El cielo es de ese celeste-azul francia brillante de los días de la vida hermosa. Total. Me hipnotiza y saca a pasear un rato por ese mismo paisaje sin variaciones. Escucho un aleteo torpe, e irrumpe en el cuadro estático una paloma pesada, lenta, planeando. Tan cerca que alcanzo a ver sus patitas rosadas, recogidas blandamente en su mullida pancita de plumas suaves, grises.
En los días cálidos habito en mi patio. Me armé el mate y llevé la libreta a la mesita que está debajo del aromito más joven. Dejé flotar mis ojos entre el cielo, el verde contento de lluvia y el zorzal que insistía en cantarme el silencio. Me cebé uno. Ya estaban los tres rondando; Beba se tumbó estirada sobre la mesa meciendo lentamente su cola que colgaba por un costado. Pluma y Jito alternando mordiscos suaves y una especie de ladrido, como sonrisas, festejando. Abrí mi libreta y mientras ordenaba las palabras, me recosté sobre el respaldo, dejé colgar el brazo, relajado. Un segundo después sentí su húmeda y fresca nariz empujando mi palma, reclamando caricia. Le tomé el diminuto hocico a modo de manija, se lo moví suave y recorrí su cabeza hasta llegar a su oreja aterciopelada. el borde de sus orejas son muy suaves. Me quedé un rato en esa suavidad
Brócoli al vapor, untado con aceite de girasol, una salpicada de pimienta de jamaica molida y un poco de yamaní cubierto con una lluvia de queso sardo rallado