miércoles, 2 de abril de 2025


“…Mi mujer, mi Mary, se queda dormida con la misma facilidad con que se cierra la puerta de un ropero. La he observado tantas veces, con envidia. Su hermoso cuerpo se agita un momento, cómo si estuviera acomodándose dentro de un capullo. Suspira una sola vez, y antes de terminar de suspirar, ya sus ojos se han cerrado y los labios, tranquilos, se entreabren en la sonrisa sabia y remota de los antiguos dioses griegos. Sonríe toda la noche mientras duerme Y ronronea: no ronca; ronronea, como un gatito. Por un instante la temperatura de su cuerpo sube de tal modo que yo, acostado junto a ella siento el resplandor. Después desciende otra vez y ella ya no está. No sé adonde va. Dice que no sueña. Claro que no es cierto. Lo que sucede es que sus sueños no la molestan o la molestan tanto que los olvida antes de despertar. Le gusta dormir y el sueño siempre la recibe de buen grado. Ojalá me sucediera lo mismo. Yo trato de no dormirme, y al mismo tiempo ansío no hacerlo.


He pensado que tal vez la diferencia estribe en que mi Mary sabe que ella seguirá viviendo siempre, que pasará de esta vida a la otra con tanta facilidad como pasa del sueño a la vigilia. Lo sabe con todo su cuerpo, en forma tan completa que ni siquiera piensa en eso, como tampoco piensa en respirar. Así es que dispone de tiempo para dormir, para descansar, para dejar de existir por un rato… “

 




Pedacitos de ternura a los que vuelvo de vez en cuando